Todos pasamos por momentos duros.
El camino del crecimiento no es cómodo. Está lleno de piedras, tropiezos y momentos en los que uno quiere tirar la toalla.
Pero hay algo que no se puede negar:
El tiempo va a pasar igual.
No importa si estás quejándote o construyendo, llorando o haciendo lo que toca, huyendo o dando la cara…
Los días siguen corriendo.
Y cada día te pone frente a una decisión:
¿Vas a seguir culpando lo que te pasa o vas a aprender a ganar con lo que tienes?
Seamos sinceros:
Todos tenemos excusas válidas para rendirnos.
Y sin embargo, hay gente que gana.
Gente que creció sin papá ni mamá.
Que fracasó cinco veces antes de que algo les saliera bien.
Que vivió en la calle, con deudas, sin estudios, sin contactos, sin “suerte”…
Y hoy están liderando empresas, proyectos, comunidades.
¿Qué los hace diferentes?
No fue lo que les pasó.
Fue lo que decidieron hacer con eso.
Porque cuando entiendes que tus circunstancias no van a cambiar solas…
Te toca cambiar a ti. Porque no hay de otra.
Y ahí es donde se forma el carácter.
Cuando aprendes a moverte aunque nadie te conozca.
A enfocarte aunque todo a tu alrededor sea un caos.
A actuar aunque tengas miedo.
A crear aunque nadie te aplauda.
Te vuelves imparable.
Porque ya no dependes de que todo esté “perfecto”.
Ya no esperas el “momento ideal”.
Ya no necesitas que alguien te motive.
Te mueves con intención.
Con claridad.
Con liderazgo sobre ti mismo.
Porque entendiste que el tiempo no se detiene por tus excusas.
Ni lo va a hacer.
Y eso es lo más fuerte de todo.
Puedes dejar de intentarlo.
Puedes decir “esto no es para mí”.
Puedes pasarte un año justificando por qué no avanzas.
Pero ese año va a pasar igual.
Y tú decides si fue un salto…
O un metro más cavado en tu propia tumba.
Cada día es una inversión o una pérdida.
Y tú eres el único que decide qué hacer con ese tiempo.
@adogel
