De seguro has escuchado esta particular frase en boca de todo el mundo, quizás con sarcasmo o de sentimientos frustrantes cuando nadie conoce la situación por la que se está pasando. Mayormente esta expresión suele añadirse cuando la situación económica está difícil o se está en aprieto por algún problema familiar.
Muchas veces tenemos la particularidad y la osadía de juzgar a nuestros semejantes sin importar lo que esté pasando esa persona, suponemos que éstas tienen las mismas posibilidades y no nos atrevemos a preguntar “por qué, qué pasa”. Si pudiésemos tener algo de empatía, el mundo sería otra cosa.
No obstante, nadie está libre de pasar cualquier eventualidad negativa o apretada y que solo ese “yo interno” deba nadar entre turbulencias para que el otro no lo note y pueda, incluso, juzgarlo sin ser conocedor del problema. Lo expresan profesionales, ama de casa, el de la bodega, el estudiante y un sinfín de personas sin distinción alguna cuando nada está marchando bien. Todos tenemos cosas sin resolver.
Para dar contexto a lo antes dicho, leamos el siguiente caso:
“Un estudiante asiste todos los días a clases, no rinde académicamente porque se le dificulta tener los alimentos necesarios para sus tres comidas complementarias, su uniformidad es algo dejada por la situación precaria. Ahora bien, sus compañeros se burlan y lo juzgan por su apariencia y su bajo rendimiento, este estudiante “X” inmutado pero con lágrimas en los ojos solo se aleja y hace lo que puede por cuenta propia.
Solicitan con carácter de urgencia a su representante para hacerle saber la situación, a la cual ella con pena y llorando le dice a la profesora: “Profe, él no está así porque quiere, sino que nadie sabe gotera en casa ajena y se nos hace difícil todo para que él pueda asistir regularmente a clases”.
Por este y muchos casos más, aprendamos a ser empáticos, no todos tenemos las mismas oportunidades, tantea antes de presumir porque nadie sabe gotera de casa ajena.