Todos hemos pasado por eso.
Esa etapa donde sientes que estás dando el 200%, pero nada se mueve.
Donde cada decisión parece mal tomada, y ese impulso que tenías antes… se fue sin dejar rastro.
No es que hayas perdido talento, ni ganas, ni disciplina.
Lo que pasa es que tu forma actual de vivir ya no te alcanza para llegar a donde quieres.
Es como querer correr una app nueva en un teléfono viejo:
Se traba, se calienta, se apaga.
Yo, personalmente, he caído varias veces en el error de pensar que la solución es apretar más fuerte:
Más horas, más esfuerzo, más sacrificio…
Creyendo que así voy a salir del hueco.
Pero lo que realmente necesitaba no era más fuerza.
Era una actualización de mi sistema operativo personal.
Para mí, eso significó cambiar la forma en que manejo la presión.
Porque cuando el momento se pone crítico, la mayoría se tensa, se acelera y entra en modo “sobrevivir”.
Y ahí es donde empiezan los errores.
La clave no es cargar más peso.
Es aprender a no cargarlo todo tú solo.
Dejar que la presión exista, sin que te aplaste.
Cuando haces eso, tu mente deja de estar obsesionada con lo que salió mal…
Y empieza a enfocarse en lo que viene.
Dejas de reaccionar y empiezas a crear.
Quizá en tu caso no sea la presión.
Tal vez sea el miedo, las opiniones de otros, los nervios, el crecimiento…
No importa cuál sea tu bloqueo.
Lo importante es entender que los que logran avanzar no son los que empujan más fuerte.
Son los que se adaptan más rápido.
Los que entienden que la vida les está pidiendo un “update”…
Y lo instalan antes de que todo colapse.
Así que si hoy te sientes estancado, no te preguntes:
“¿Cómo aguanto más?”
Pregúntate:
“¿Qué tengo que cambiar o actualizar en mi forma de pensar, actuar o sentir para funcionar mejor?”
Porque lo que te trajo hasta aquí…
No es lo que te va a llevar al siguiente nivel.
Y como dijo Epicteto:
“No es lo que te sucede lo que te destruye, sino cómo lo enfrentas.”
