A veces nos dicen que los hombres no lloran.
O que si lloras, estás roto.
Y la verdad… eso es puro cuento.
Llorar no te quita nada.
No te hace menos hombre.
No te vuelve frágil.
Te vuelve real.
Porque cuando algo duele, se siente.
Y cuando se siente, se llora.
Así de simple.
Pero ojo: llorar no es el problema.
El problema es lo que haces después.
Hay quienes lloran y se levantan.
Y hay quienes lloran… y se quedan tirados esperando que alguien los levante.
¿Ves la diferencia?

No es malo que te quiebres.
Lo malo es que no hagas nada para reconstruirte.
Si lloraste por una ruptura…
pero vuelves con quien te rompió…
¿de qué sirvió el llanto?
Si lloraste por un fracaso…
pero decides no intentarlo más…
¿qué aprendiste?
Si lloraste por tu pasado…
pero sigues viviendo como si no pudieras cambiar…
¿qué estás esperando?
Llorar está bien.
Sentir está bien.
Pero después… toca moverse.

Porque lo que te define no son tus lágrimas.
Es lo que haces después de secarlas.
Así que sí, llora si lo necesitas.
Suelta lo que te pesa.
Respira hondo.
Y luego haz lo más valiente que puedes hacer:
Levántate.
Haz algo distinto.
Cambia el rumbo.
No para demostrarle nada a nadie.
Sino para honrarte a ti mismo.

@adogel