Hoy Venezuela celebra con júbilo la canonización de dos figuras ejemplares: un hombre laico y una mujer religiosa. El Dr. José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles Martínez han sido elevados a los altares como santos, en reconocimiento a sus vidas de virtud, servicio y profunda fe. Ambos representan caminos distintos hacia la santidad, pero unidos por el amor a Dios y al prójimo.
Madre Carmen Rendiles: obediencia fecunda y resiliencia espiritual
Nació el 11 de agosto de 1903 en Caracas y falleció en la misma ciudad el 9 de mayo de 1977. Desde su nacimiento, enfrentó una discapacidad física —carecía de su brazo izquierdo— pero esto no le impidió desarrollar una vida cristiana ejemplar desde muy joven.
Tras la muerte de su padre, ayudó a su madre a sostener la familia y trabajó en una parroquia local. En 1927, se unió a la congregación francesa de las Siervas de Jesús, presentes en Venezuela, y se convirtió en novicia a los 24 años.
En 1961, con el apoyo de la jerarquía católica local, se separó de la congregación original y fundó las Siervas de Jesús de Venezuela como congregación autónoma. Su vida fue marcada por la obediencia, el servicio silencioso y el amor a la Eucaristía.
San José Gregorio Hernández: ciencia con alma y corazón
Considerado por muchos como el venezolano más famoso de la historia, José Gregorio es símbolo de lo que todo ciudadano puede aspirar a ser. Nació en Isnotú, estado Trujillo, en una época de prosperidad cafetalera. Su padre, caficultor y comerciante, lo animó a estudiar medicina en Caracas.
Desde joven fue un estudiante brillante, y tras graduarse, regresó a Isnotú para atender gratuitamente a los pobres, como había prometido. Los médicos de Caracas recomendaron al presidente Rojas Paul que lo enviara a Francia, donde estudió medicina experimental y bacteriología con destacados científicos.
A su regreso, introdujo avances médicos y fue pionero en el uso del microscopio en Venezuela. Durante años impartió clases en la Universidad Central de Venezuela y atendía a todos en su consultorio, cobrando a quienes podían pagar, pero ofreciendo atención gratuita a los más necesitados.
Intentó ingresar a la vida monástica en Europa en dos ocasiones, pero su salud se lo impidió. Murió atropellado en Caracas mientras iba a atender a un paciente. Su funeral congregó a una multitud, y la devoción popular comenzó de inmediato: su imagen se multiplicó, su nombre fue dado a miles de niños, y su figura se convirtió en símbolo de fe y esperanza.

Santos para el alma venezolana
La canonización de José Gregorio y de la Madre Carmen es solo el comienzo de una larga lista de venezolanos con virtudes heroicas que podrían llegar a los altares.
Necesitamos conocerlos cada vez más, estudiar sus aportes a la educación, a la medicina, a la vida espiritual y a la Eucaristía.
Imitarlos es un camino hacia el desarrollo humano integral. Hoy, el mundo los reconoce como buenos amigos de Dios, y Venezuela los honra como testigos vivos de la fe.