Secretos del Hombre Estoico

No todo lo que duele es injusto

Vivimos en una cultura donde si algo duele o es incómodo, solemos buscar anestesiarlo lo antes posible.

Si incomoda, creemos que debe eliminarse.

Si nos hace confrontarnos, preferimos suavizarlo.

Si es muy doloroso, asumimos que es injusto.

Pero hay un tipo de dolor que no viene del mundo o el universo tratando de joderte la vida.

Viene de ti.

Viene de tus propias decisiones.

Y ese suele ser el más intenso de todos.

El dolor que no viene de afuera, sino de adentro.

Estoy hablando de ese peso que llevas…

Ese vacío que no se llena…

Esa frustración silenciosa que no puedes explicar…

No es culpa del sistema.

No es culpa de tus padres.

No es culpa del vecino.

No es culpa de tus circunstancias.

Es el resultado congruente de todas las veces que te fallaste a ti mismo.

Y no es que el mundo te haya traicionado sino que tú lo hiciste primero.

Postergaste lo que sabías que era necesario.

Callaste cuando sabías que debías hablar.

Elegiste permanecer donde no eras respetado.

…por miedo.

Te rodeaste de personas que sabías que no estaban alineadas con tu visión y con tus valores.

Cediste en cosas pequeñas, una y otra vez, hasta que se volvió tu identidad.

Elegiste el placer inmediato, sabiendo que tu yo futuro iba a pagar el precio eventualmente.

Y ese día ha llegado.

Por eso hoy te duele.

Pero no es que sea injusto.

Es lógico.

Es merecido.

Es el precio de tu incongruencia acumulada.

El cuerpo no olvida cuando lo traicionas

Este es un fenómeno que pocos entienden:

Tu cuerpo físico reacciona cuando tu alma se siente traicionada.

La ansiedad no siempre viene del exceso.

Muchas veces viene del abandono.

De haberte prometido que ibas a hacer algo…y no hacerlo.

De decir que ibas a entrenar, vender, hablar, actuar, crear, decir la verdad…y no cumplirlo.

Y ahora tu cuerpo ya no confía en ti.

Sabe que dices mucho, pero ejecutas poco.

Sabe que piensas grande, pero actúas chico.

Ese dolor que sientes es tu cuerpo gritándote que ¡¡¡ya basta!!!

No es dios castigándote.

Es dios reflejando con absoluta honestidad lo que estás construyendo.

Porque todo dolor tiene un origen. Y muchas veces, ese origen eres tú.

No por maldad.

Sino por postergación.

Por evasión.

Por inacción acumulada.

Y me identifico contigo porque me sucedió lo mismo.

Me di cuenta a la mala que lo cómodo también duele (y peor), solo que después.

Tú elegiste lo cómodo una y otra vez:

✅ No incomodar a nadie.

✅ No exigirte demasiado.

✅ No tener que rendirte cuentas.

✅ No decir lo que pensabas.

✅ No cortar relación con quien ya no suma.

Y eso no duele de inmediato.

Pero llega el día en que la acumulación de esas microdecisiones te explota por dentro.

Y ese dolor no es injusto.

Es congruente.

Es lo que pasa cuando tu visión y tu comportamiento se separan durante demasiado tiempo.

Pero entonces…

¿Cómo puedo saber si mi dolor es congruente?

Cuando ves a alguien avanzar y tú te sientes estancado, no porque seas menos capaz, sino porque dejaste de actuar.

Cuando te levantas sin energía, no porque estés enfermo, sino porque ya no crees en tu palabra.

Cuando te cuesta dormir porque sabes que llevas semanas, meses, incluso años traicionando tu potencial.

Ahí es cuando aparece el dolor congruente.

Este tipo de dolor no es drama.

Es retroalimentación.

¿Qué hacer con este tipo de dolor?

No lo anestesies.

No lo disfraces.

No lo justifiques.

Úsalo como catalizador.

El dolor congruente es tu cuerpo pidiéndote responsabilidad.

Es tu alma exigiéndote que vuelvas a la alineación.

Es tu visión gritándote que aún estás a tiempo (pero no por mucho más).

Así que te recomiendo que hagas lo siguiente:

Haz una lista de todas las veces que te has fallado últimamente.

✅ Cosas que prometiste y no cumpliste.

✅ Acciones que sabías necesarias y postergaste.

✅ Personas con las que sigues por comodidad.

✅ Palabras que no dijiste por miedo.

Elige UNA cosa que harás hoy, y comprométete a actuar sin excepción alguna.

Cúmplela sí o sí.

No importa si es pequeña.

Tu palabra necesita empezar a pesar de nuevo.

Cambia tu conversación interna.

De “¿por qué me duele esto?”

A: “¿cómo he generado este dolor por mis decisiones?”

Haz que tu comportamiento se alinee con tu visión.

Entre menos tiempo pase mejor.

Aunque duela más al principio.

Porque el único dolor peor que el de la disciplina, es el dolor de la incongruencia.

No necesitas que la vida te trate mejor.

Necesitas tratarte mejor tú a través de tus decisiones.

Tu dolor no es injusto.

Tu dolor es real.

Y es el resultado exacto del hombre que estás eligiendo ser.

Y ¿sabes algo?

Hay una excelente noticia:

Ese dolor también es una puerta.

Una que puedes atravesar hoy si dejas de postergar, justificar y repetir lo que sabes que te está alejando de tu poder personal.

Adolfo Gelder

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1 Comment

  1. Rosalinda

    11 de junio de 2025

    Excelente. Un tema para reflexionar y hacer los cambios que necesitamos

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