Los pecados del idioma
Así que después de un extenuante día de trabajo, pasaba por la cocina donde estaba la muchacha y luego de tomar una jarra de guarapo de caña se le acercaba y le decía: “Mathilde, quiero totona”.
Así que después de un extenuante día de trabajo, pasaba por la cocina donde estaba la muchacha y luego de tomar una jarra de guarapo de caña se le acercaba y le decía: “Mathilde, quiero totona”.